Amar sin perder

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“¿Me vas a querer siempre? Él muy sereno le respondió, te querré casi siempre porque también tengo que quererme yo

Este podría ser un buen resumen de lo que debería ser el código principal del día a día sano y sin dobleces de una pareja cualquiera en el que ambos sumen y ninguno pierda. Por el contrario, cada vez más a menudo en nuestros círculos más íntimos e incluso en nuestra propia piel, vemos y vivimos relaciones que desde hace ya demasiado tiempo NO funcionan y que se mantienen por algo llamado: DEPENDENCIA EMOCIONAL.

Sentimientos como la pena, el miedo a la pérdida o a la soledad e incluso la culpa por el abandono del otro, nos atan a una relación en la que se ha instaurado la rutina, el sufrimiento o el dolor pero tranquilos, que de esta adicción, también se sale.

No pretende ser este artículo un decálogo de consejos pues sé que en el amor no hay dos experiencias iguales y es por ello muy difícil o casi imposible la generalización así que tomároslo como meros apuntes o reflexiones acerca de alguien que como vosotros y vosotras sufrió, sufre y sufrirá por amor.

Salir de una relación tóxica no es fácil pero menos lo será hasta que no dejemos de tolerar y/o aceptar como normales comportamientos tales como sus celos enfermizos, sus faltas de respeto, la imposición continua de su criterio… hasta perder nuestro yo en pos de un nosotros cimentado sobre unas arenas movedizas demasiado peligrosas.

Es cierto que en todas las relaciones hay baches, dificultades y desencuentros y soy el primero que no defiende en absoluto una relación idílica y perfecta puesto que no existen pero cuando en la balanza pese más lo negativo que lo positivo es el momento de pensar en dejarlo. Sobre todo, cuando ya se han sucedido tanto sonrisas por las ilusiones de las nuevas oportunidades como lágrimas por las decepciones de los nuevos fracasos.

Muchos de vosotros pensareis aquello de, qué razón tiene este chico, pero vamos que no es mi caso porque “lo que sentimos mi pareja y yo es tan especial que se escapa al entendimiento ajeno” o “la causa de nuestros problemas la tienen las circunstancias, la mala suerte o el famoso destino, pero nosotros nos queremos más que nadie”. Siento desengañaros y más siento hacer que vuestro pequeño castillo de naipes se tambalee, pero esos pensamientos son absolutamente irracionales y, si mínimamente os veis reflejados en mis letras lo mejor es que os retiréis sin dramas y sin miedos, pero, sobre todo, sin mirar atrás.

Y eso, ¿cómo se hace? Pues dándonos cuenta de que vamos sin retorno hacia un lugar llamado ninguna parte. Posteriormente, tomando la firme decisión de dejar la relación y finalmente, alejándonos de esa persona causante de nuestro sufrimiento. En ese “lote” irá restringir sus llamadas entrantes, mensajes y WhatsApp, bloquearla en nuestras redes sociales, cambiar algunos de nuestros hábitos y rutinas… Sufriréis ¡claro que sí! porque este camino nadie dijo que fuera fácil. Tras la ruptura y debido al gran “enganche” que suele caracterizar este tipo de relaciones sentiréis que os falta algo, que vuestro mundo se derrumba, que no podéis vivir sin él o ella… pero si os mantenéis firmes obtendréis la mayor de las recompensas: Un porvenir cuanto menos, más feliz.

Autor del artículo: Diego Ortega Moreira.

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